jueves, 1 de agosto de 2013

Incertidumbre

Incertidumbre

Carlos Machado Allison

El Universal, 30 de julio de 2013

Incertidumbre es, de acuerdo a Ramón Piñango, la percepción dominante en nuestra sociedad y no existe modo de discrepar con nuestro colega. Yo la percibo y me afecta, día a día. Hablo con amigos, parientes, colegas o vecinos y, colocando al margen algunas expresiones machistas, casi todos coinciden. Nada peor que un país a la deriva.

Para mí no es una percepción novedosa, viví momentos en los que no tenía muy claro que ocurriría al día siguiente, pero tenía la certeza de que mi futuro dependía más de mí, que de las políticas públicas o los arrebatos de algún líder. Pensaba que, en buena medida, mi futuro y el de mi familia dependían de esfuerzos, estudios, metas, valores y conductas. Cosas que no estaban en manos del gobierno, sino de cada ciudadano. Había amenazas, pero era un mundo de oportunidades.

Debo dejar constancia que en años de razonable certidumbre las cosas no eran fáciles, todo lo contrario. Mis primeros recuerdos corresponden a la Venezuela de los últimos años de la Segunda Guerra Mundial, había escasez y racionamiento. Medina se había visto obligado a controlar ciertas cosas, pero el país, aún muy atrasado, parecía marchar en la dirección correcta, existían anhelos de democracia y progreso que no cambiaron tras el golpe de Estado de 1945, el gobierno provisional y el de Gallegos. Con Pérez Jiménez cesó la democracia, más no el afán de progreso, y aunque lo observé de lejos ya que mi padre fue encarcelado y luego exilado a México, a mi retorno pude apreciar el cambio: sin libertades políticas, pero con una economía bastante liberal, Venezuela había progresado.

Con Betancourt, Leoni, Caldera y Pérez, hubo más libertad política, pero menos económica. Los gobiernos tuvieron demasiado poder y los ciudadanos, sin chistar, nos encogimos porque la renta petrolera parecía alcanzar para electrificar el país, crear una amplia red vial, nuevas universidades, industrias, hospitales y mantener el crecimiento agrícola. El desempleo y la inflación eran reducidos, y las expectativas elevadas, hasta el viernes negro, que hizo evidente el fin de casi medio siglo de crecimiento económico.

Para 1990 aún había esperanzas, pero los partidos políticos mostraban las debilidades de un país rentista y la economía estatista, no se ajustaba más a la demanda de los tiempos. Una década más tarde, con la insatisfacción, vinieron intentos de golpe de Estado. Los venezolanos nos vimos sin las herramientas culturales para tomar el rumbo adecuado, mientras países de América Latina y Asia aprendían las lecciones. Hacia 1995 los venezolanos comenzaron a migrar y en los siguientes 15 años, miles de compatriotas abandonaron el país, por inseguridad, no encontrar empleo o haber sido despedidos de PDVSA, pero la mayoría por percibir que la incertidumbre les había robado el porvenir. Sin libertades políticas o económicas, inversión privada nacional o extranjera; con incompetencia, populismo, derroche y corrupción, muchos buscan en otras latitudes las oportunidades que aquí desaparecieron.


No hay comentarios:

Publicar un comentario