martes, 5 de enero de 2010

Balance agroalimentario 2009

Balance agroalimentario 2009

Carlos Machado Allison

Diciembre de 2009, Diario El Universal

Pálidos resultados en materia agrícola y alimentaria. Las políticas del gobierno, en particular la arremetida contra de la propiedad privada, desanimaron la inversión de los productores tradicionales. No otorgar títulos firmes a pequeños productores, invasores, portadores de cartas agrarias, cooperantes o zamoranos determinaron que los mismos contribuyeran poco a la producción nacional. Darles capacitación ideológica no fue suficiente. El consumo se redujo en más de 5%. La inflación devoró los incrementos salariales y la popularidad del gobierno.

La producción está estancada y la inflación en alimentos elevadísima. El crecimiento en maíz y arroz, el único logro importante, cesó y se derrumbó en el 2009 por la escasez de lluvias y la fragilidad de la infraestructura de riego, una de las más precarias de América Latina. Ahora, la importación de alimentos es cuatro veces mayor que la de 1998. Además, como parte de la política oficial fue estrangular a la agroindustria tradicional y sustituirla por emporios manejados por “gente de confianza” como el improvisado banquero, crearon graves fisuras, no sólo en la banca, sino también en el sistema agroalimentario. Colapso en la producción de carne, reducción en la de de frutas y el precio de estas, junto a las hortalizas, por las nubes.

Todos los gobiernos que han practicado el feudalismo de Estado han fracasado como productores, procesadores y distribuidores de alimentos, amen de descuidar los servicios, hipertrofiar la burocracia y propiciar la violencia. Escasez, hambrunas o alimentación inadecuada caracterizaron a la URSS y sus aliados, a China antes de cambiar y a Cuba que tiene el peor desempeño agrícola del continente. Lo opuesto, donde se respetan y fortalecen los derechos de propiedad y el gobierno se dedica a fortalecer los sistemas de salud y educación, ciencia, tecnología, infraestructura y servicios públicos. Donde impera la libertad que llama a pensar con optimismo en el futuro de los hijos, hay abundancia de comida y empleo. En esos países las crisis económicas ocurren, pero pasan. En los otros, como el nuestro, son permanentes. A pesar tantas penurias, vaya para el lector, el deseo por una feliz Navidad.

¿Qué ocurriría, si como regalo de Navidad, el gobierno cambia la política agroalimentaria?, una que deje en paz a los productores y a la agroindustria, ajustando la tasa de cambio y eliminando tanto control inútil. Pues vigoroso crecimiento en la producción de carne, caña de azúcar y frutas, incremento en la de hortalizas, café y cacao, se mantendría la de pollo que es bastante buena y aumentaría algo la de cereales. Una oferta interna mayor abatiría la inflación y favorecería a 28 millones de consumidores. Importaríamos, como siempre, leche, aceite, forrajes, frutas de clima templado y especialidades, pero se le inyectaría al mercado interno los 4 mil millones de dólares que no se deberían ir al exterior y circularían entre 300 mil productores, mil industrias de alimentos, 500 mil transportistas, 75 mil puntos formales de venta de comida, amen de la industria y el comercio de fertilizantes, empaques, maquinaria agrícola y de refrigeración. Sería la misión más útil, persistente, patriótica, popular y barata de las inventadas en ésta década perdida.

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