domingo, 28 de febrero de 2010

OEA vs OELACA: Inconsistencia latinoamericana y caribeña


La reunión de mandatarios en Cancún concluye con una nueva y poco responsable propuesta: la creación, como si no hubiera pocas, de una nueva organización. Esta deberá incluir a los países latinoamericanos y caribeños. Aunque el planteamiento inicial de la mayoría no es excluyente de la OEA, el que Raúl Castro aparezca promoviéndola resulta, por decir lo menos, sospechosa. Cuba no ha firmado los acuerdos suscritos por los restantes con respecto a la democracia.

Con sus fallas y burocracia que juega al estar bien con todo el mundo, el sistema interamericano ha funcionado por muchos años. Nació a comienzos del siglo XX con la Oficina Sanitaria Panamericana (OSP) y luego se consolidó con la OEA, el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Esta no es la única organización que agrupa países del continente. Existe el SELA y los acuerdos regionales de libre comercio: NAFTA en el norte, el centroaméricano, el caribeño, el andino y el del sur. A ellos se sumó más recientemente el ALBA para agrupar a las naciones cuyos gobiernos no practican ni la libre empresa, ni el libre comercio, ni la democracia.

El problema es que todos los acuerdos multilaterales se han quedado a mitad de camino desde el punto de vista económico debido a la persistencia de políticas proteccionistas animadas por un intenso “lobbying” interno de los agentes económicos u organizaciones sindicales que, por razones diversas, no son competitivos. O, peor aún, por ideologías contrarias a la integración ya que ésta contribuye, al menos en teoría, al libre intercambio de ideas, bienes y servicios, cosa que no le gusta demasiado a quienes no creen en la democracia.

Entonces ¿para qué una nueva organización? Si se trata de integración económica, ya contamos, desde hace muchos años, con el SELA. Si es un foro político, existe ya la OEA y para aspectos sanitarios, agrícolas o financieros, tenemos a la OPS, el IICA, el BID, la CAF y el Banco Centroamericano. Con razón Chile decidió, hace ya un buen número de años, ignorar en buena medida los acuerdos multilaterales y firmar acuerdos individuales con cada país. La novedad consiste en dejar fuera a dos de las economías más importantes del hemisferio, Canadá y los Estados Unidos de Norteamérica y eso no nos queda muy claro ¿Los excluyen por angloparlantes? Eso sería inconsistente con las naciones caribeñas, Belice, Guyana y Surinam que hablan inglés, francés, holandés y papiamentos. ¿Los excluyen por ser economías grandes? Eso sería inconsistente con Brasil y México que ya se codean con los países desarrollados. ¿Los excluyen por estar en el norte? ¿El norte de qué? Si es de la línea ecuatorial, entonces tampoco deberían estar Colombia, Venezuela, América Central, el Caribe y México. A lo mejor los excluyen por ser un mal ejemplo capitalista y poseer los mejores indicadores económicos y sociales del hemisferio. Eso sí, la exclusión no incluye el impedir los negocios con ellos, venderles petróleo, habanos, productos agrícolas, minerales y manufacturas textiles y comprarles tecnología, patentes, vehículos, computadoras o alimentos. Resulta que el número de países de la región que tiene a los Estados Unidos como su principal socio comercial es bien elevado. Entonces ¿por qué excluirlo?

Piensa este comentarista que la globalización no sólo es inevitable, sino en último análisis positiva, tanto en lo económico, como en lo cultural. Al final los países lo practican, unos en forma abierta como Chile y ahora Perú, Panamá, México y los dos grandes del norte. Ellos no sólo participan en las instancias de integración del continente, sino que se han vinculado a las de Asia y Europa. Claro esa vinculación abierta tiene sus riesgos económicos y también obligaciones en materia política y de derechos humanos. Piensa este comentarista que la nueva organización no tendrá éxito por que no existe una necesidad real o nueva que satisfacer y además la misma será utilizada, como ya ocurrió en Cancún, como simple escenario para que los mandatarios bocones luzcan lo peor de cada uno y los hábiles se vendan, políticamente bien, dentro de sus respectivos países. Más y mejores dividendos pagaría el destinar esfuerzos y recursos, así como voluntad política, para que las organizaciones existentes funcinaran mejor.