La muerte
de la soberanía
martes 29 de marzo de 2011
La palabra más común en el discurso oficial es soberanía. Se aplica a la integridad territorial, al pueblo, a la importación de alimentos, la firma de un acuerdo para entregar petróleo barato. También usamos el término para los desastres: "soberana torta" grita el conductor cuando su vehículo pierde el tripoide en un hueco, "soberano desastre" clama el experto petrolero al hablar sobre Pdvsa.
Soberanía es sinónimo de independencia y libertad, poder para controlar el rumbo del país. Se alcanza cuando decidimos, enseñamos competencias y habilidades, tenemos salud, alimentación y recursos para recorrer el camino hacia un mejor futuro. Sólo hay soberanía cuando controlamos lo básico: educación, salud, alimentación y recursos para hacerlo. Hoy, ¿cuánta soberanía le queda a Venezuela?
La educación es soberano desastre. Escuelas públicas que se caen a pedazos: sin baños, fallas severas en la alimentación escolar, deserción elevada, maestros mal pagados y pésima formación en idioma, matemáticas, historia o geografía. En la secundaria, carencias tan severas que muchos se gradúan con un sello que los exonera en matemáticas, física o química porque no hay docentes. Con ese sello irán a las improvisadas universidades bolivarianas de bajísimo nivel, mientras en las autónomas, estranguladas económicamente, los estudiantes están en huelga de hambre.
La salud perdió la soberanía hace tiempo. Parte depende, como en otros ámbitos de la vida nacional, de los cubanos. Otra fracción en manos de "médicos", al estilo cubano, improvisados en tres años y la restante, la de galenos bien formados en nuestras universidades, luchando porque funcionen hospitales donde siempre está cerrada un ala, existen fugas de aguas negras y la mitad de los quirófanos están en reparación. Los médicos migran y los posgrados están vacíos. Los enfermeros inician una huelga de hambre. La medicina preventiva colapsó: epidemias de dengue, sarampión, AH1N1, malaria, pediculosis y sarna.
La soberanía alimentaria se caracteriza por la brutal inflación en alimentos, captura de fincas por el Gobierno, desabastecimiento y dependencia de las importaciones. De Brasil vienen las vacas, de Uruguay el queso y de la empobrecida Nicaragua café y caraotas. Argentina envía arroz y Ecuador leche. Las viviendas van a ser construidas por bielorrusos o uruguayos, el instituto agrícola por los chinos, los plátanos sembrados por los rusos, los chigüires iban a estar en las garras del sátrapa libio y el ensamblaje de tractores en manos del iraní. Los consejos para manejar centrales azucareros, logística de importación de alimentos y control ciudadano, proceden del otro sátrapa, el de la isla.
Los pobres nunca son libres, carecen de soberanía. Ningún país pobre es soberano ya que siempre dependerá de terceros. ¿Ahora entienden la soberana estrategia del Gobierno? Forjar una población pobre, enferma, ignorante y malnutrida, que es el paraíso de las satrapías. La soberanía ha muerto.
Soberanía es sinónimo de independencia y libertad, poder para controlar el rumbo del país. Se alcanza cuando decidimos, enseñamos competencias y habilidades, tenemos salud, alimentación y recursos para recorrer el camino hacia un mejor futuro. Sólo hay soberanía cuando controlamos lo básico: educación, salud, alimentación y recursos para hacerlo. Hoy, ¿cuánta soberanía le queda a Venezuela?
La educación es soberano desastre. Escuelas públicas que se caen a pedazos: sin baños, fallas severas en la alimentación escolar, deserción elevada, maestros mal pagados y pésima formación en idioma, matemáticas, historia o geografía. En la secundaria, carencias tan severas que muchos se gradúan con un sello que los exonera en matemáticas, física o química porque no hay docentes. Con ese sello irán a las improvisadas universidades bolivarianas de bajísimo nivel, mientras en las autónomas, estranguladas económicamente, los estudiantes están en huelga de hambre.
La salud perdió la soberanía hace tiempo. Parte depende, como en otros ámbitos de la vida nacional, de los cubanos. Otra fracción en manos de "médicos", al estilo cubano, improvisados en tres años y la restante, la de galenos bien formados en nuestras universidades, luchando porque funcionen hospitales donde siempre está cerrada un ala, existen fugas de aguas negras y la mitad de los quirófanos están en reparación. Los médicos migran y los posgrados están vacíos. Los enfermeros inician una huelga de hambre. La medicina preventiva colapsó: epidemias de dengue, sarampión, AH1N1, malaria, pediculosis y sarna.
La soberanía alimentaria se caracteriza por la brutal inflación en alimentos, captura de fincas por el Gobierno, desabastecimiento y dependencia de las importaciones. De Brasil vienen las vacas, de Uruguay el queso y de la empobrecida Nicaragua café y caraotas. Argentina envía arroz y Ecuador leche. Las viviendas van a ser construidas por bielorrusos o uruguayos, el instituto agrícola por los chinos, los plátanos sembrados por los rusos, los chigüires iban a estar en las garras del sátrapa libio y el ensamblaje de tractores en manos del iraní. Los consejos para manejar centrales azucareros, logística de importación de alimentos y control ciudadano, proceden del otro sátrapa, el de la isla.
Los pobres nunca son libres, carecen de soberanía. Ningún país pobre es soberano ya que siempre dependerá de terceros. ¿Ahora entienden la soberana estrategia del Gobierno? Forjar una población pobre, enferma, ignorante y malnutrida, que es el paraíso de las satrapías. La soberanía ha muerto.