El drama de los servicios
Carlos Machado Allison
El Universal, 24 de mayo de 2011
No, apreciado lector. No se trata de los cortes de electricidad, el pavoroso estado de la vialidad nacional o el mes que permaneció parte del estado Vargas sin agua. Tampoco la ínfima calidad de los servicios públicos de educación, salud y seguridad social, o las fallas del Metro. Eso ya usted lo conoce, lo sufre y sabe que la única solución es que en el 2012 tengamos un gobierno diferente.
No sólo se han deteriorado los servicios públicos, sino que esta infección se está extendiendo también al sector privado. Proceso que otros países han conocido. El gobierno hace grandes esfuerzos para acostumbrarnos a vivir mal, entre huecos y basura, a comer sólo aquello que estiman indispensable, a recibir una educación de pésimo nivel para que no podamos entender las virtudes de otras naciones o sociedades. Impregna a la sociedad de malos ejemplos, obras inconclusas, discursos violentos, inflación, pobreza y otros actos que abaten la calidad de la vida de las personas. Nos vamos transformando en una sociedad conformista y sumisa, que se maravilla cuando encuentra aceite y grita de alegría cuando le ofrecen la posibilidad de tener dentro de 20 años una vivienda digna. El sector privado comienza a imitarlo abatiendo la calidad de sus servicios.
Los cajeros de los supermercados en lugar de recibir al cliente con un “buenos días” y una sonrisa, están utilizando el celular. En mis últimos tres viajes internos por avión, ninguno despegó a tiempo, sin explicaciones, ni siquiera una disculpa. Cuando los pasajeros se indignaron, un empleado los amenazó con llamar a la Guardia Nacional. Al preguntar, en el banco, por qué debemos llenar otra planilla, la respuesta “esas son las normas”. Compramos un electrodoméstico y el vendedor señala que la garantía sólo es válida por 24 horas y después, si el aparato no sirve, hay que acudir un distribuidor cuya dirección desconoce. En la farmacia sólo hay una caja en funcionamiento y 30 clientes esperan. En otro establecimiento nos exigen, de mala manera, “cédula y número de teléfono” en el recibo de un pago con tarjeta de débito cuando ya el dinero está en manos del establecimiento. Lograr que una empresa cambiara un celular defectuoso fue un áspero proceso sólo cumplido ante la amenaza de llamar al presidente de la organización.
La comida es lanzada sobre la mesa, los cubiertos en desorden y el mesonero, cuya mirada apunta a cualquier cosa menos al cliente, trae la cuenta cuando llegan los comerciales ya que el cajero está viendo el juego de béisbol. No es extraño ver en los estantes ropa sucia, cartones de leche deteriorados, basura en los pisos y un vendedor que se molesta si les pedimos lo que necesitamos y no lo que está a la vista. Un buen servicio y una atención cortés comienza a ser algo raro en nuestra sociedad, el gobierno estrangula al sector privado y éste, con cierta frecuencia, hace lo mismo con el cliente. Vale protestar, tenemos tanto derecho a un buen gobierno, como a un buen servicio.