miércoles, 18 de enero de 2012

Un día cualquiera

Carlos Machado Allison
El Universal, martes 17 de enero

La vida en Caracas posee particularidades. La mañana se inicia con la angustia del tráfico y la certeza que el mismo será impredecible. Miramos hacia la montaña y hacemos una predicción del clima. Violando la ley, hacemos un par de llamadas por el celular para ajustar la hora de los compromisos. La visión periférica, 360 grados, es una mutación reciente de los caraqueños, hay que mirar adelante, a los lados, atrás y al celular para evitar motorizados, atracadores, transeúntes de cruzan en cualquier lugar y vendedores de lotería, amén de la mirada abajo para evitar huecos, bolsas de basura, alcantarillas abiertas o planchas de acero. Como es bien probable que viva al sur del Guaire y trabaje al norte, o viceversa, recorrerá varios kilómetros para avanzar unos cientos de metros, consumiendo tiempo y combustible. Tres décadas sin obras importantes de vialidad.

Tiene un asunto que tratar en el centro. Confiscados muchos estacionamientos, le lleva una hora encontrar la solución. Luego entrará en el misterioso mundo del metro. Con suerte llegará un tren con vagones vacíos y aire acondicionado, pero igual puede ocurrir que no llegue, o que le toque uno atiborrado de gente y sin ventilación. En la Hoyada ocurre una falla eléctrica. Cumplida la labor en centro diseñará una nueva estrategia para regresar de donde vino. Sube a su vehículo y enciende la radio. Hay cadena: todo anda bien, miles de casas, misiones, felicidad absoluta, comida abundante y barata, amor y cheques al visitante de turno. Lo apaga con rabia.

Algo logra hacer en la tarde para ganarse la vida y al regresar, además de discernir por el retrovisor si el siguiente motorizado le va a golpear el espejo, mentarle la madre, atracarlo, o si por el contrario es un laborioso mensajero que, a esa hora, ruega que no llueva y que pueda regresar al barrio antes de que caiga la noche sin que lo maten o le roben la moto. El hombre trabajó todo el día, dos empanadas entre pecho y espalda y no ganó suficiente para comprar las medicinas de la abuela y la comida de los hijos. Necesita un celular nuevo, su modo de vida, el anterior se mojó en el último aguacero.

Finalmente se aproxima a su destino, 800 metros para llegar, la autopista congestionada y no aguanta las ganas de ir al baño. Olvidó la botella, artículo vital en Caracas, que para ese menester lleva debajo del asiento todo hombre precavido. Si usted es una dama, pues se fregó ya que no puede resolver el tema y deberá confiar en aquello de que mujeres aguantan más que los hombres.  Hora y media después llega al edificio, frente a él, dos patrullas. El conserje le informa que a las niñas del 24 fueron víctimas de un secuestro express, celular por medio, ya se sabe lo que piden por devolverlas. Alguien sugiere buscar un negociador, pero éste cobra lo mismo que los secuestradores y nadie sabe como levantar 20 mil con los bancos ya cerrados. Entra en su apartamento y le dice a su consorte: hoy fue un buen día, llegué vivo.