sábado, 27 de marzo de 2010

El despojo en Venezuela





Miles de venezolanos sufrieron esta semana dos despojos. El primero es la multa aplicada a los hogares que no pudieron abatir el consumo de electricidad por debajo de la arbitraria cifra establecida por las autoridades: un recargo de 200% en el monto de la factura no es poca cosa para la ya empobrecida clase media, pero más humillante aún resulta pagar como consecuencia de la incompetencia de los mismos que cobran.

El panorama oscila entre indignante y desolador. Racionamiento de electricidad y de agua acompañado por multas mientras observámos, los que vivimos en Caracas, como se quema nuestro parque nacional. Cuatro días de fuego en que un helicóptero y sólo 60 hombres, entre voluntarios y profesionales, hicieron grandes esfuerzos que todo el mundo aprecia. Lo que no apreciamos es que se hayan gastado 6 o 7 mil millones de dólares en comprar equipo bélico y quien sabe que cantidad en organizar una milicia y el gobierno no haya sido capaz de dotar a los bomberos - o a la fuerza armada - con el equipamiento requerido. También se quema la Gran Sabana y las plantaciones de pino. Para todo ésto la única respuesta oficial y centro de su campaña "educativa" es culpar al El Niño, al calentamiento global, al capitalismo y a las malas costumbres de los venezolanos que consumen demasiada energía. La realidad es otra: la población creció 21% en la última década y no se efectuaron las inversiones requeridas porque El Niño se ha presentado y se presentará periódicamente, cosa que sabe cualquier persona medianamente informada sobre el patrón meteorológico y no se diga aquellas que por décadas han manejado los embalses y la generación de energía.

El segundo despojo de la semana es el pago del ISRL. Me encuentro entre los que siempre han pensado que es una obligación de los ciudadanos pagar impuestos correctamente. Entre los que creen que el derecho a la protesta y los derechos en general, nacen también del cumplimiento de las obligaciones. Como me encuentro entre los que han pagado los impuestos, no sólo el ISRL sino también el IVA y todos los demás, entonces tengo el derecho de protestar por el destino que se le da a los mismos y por la forma en que se administran los recursos. Me siento despojado al ver como funciona el sistema de justicia, el parlamento, la policía, los servicios públicos, el sistema de salud y el de educación.

lunes, 22 de marzo de 2010

Fantasía agroalimentaria


Carlos Machado Allison

¿Cómo abatir la inflación, la escasez de ciertos productos y la enorme factura que estamos pagando en la importación de alimentos? Responder a esa pregunta pasa por respuestas similares a las que expresaría si la pregunta se formulara con respecto a la crisis de agua y electricidad que está sufriendo el país. La respuesta es simple: cambiando las políticas públicas que han sido aplicadas desde hace una década. Pero hay que hilar más fino ya que esas políticas (control de cambio, control de precios, estatización de muchas empresas, forzamiento de empresas mixtas, ataques a la propiedad privada, exceso de normas y reglamentos, inseguridad y, en resumen todo aquello que apunta hacia el “socialismo del siglo XXI”) al distorsionar todo el sistema ha afectado más a unas cadenas agroproductivas que a otras.

El gobierno se jacta de haber aumentado el volumen de la producción nacional y haber creado condiciones para que los venezolanos coman más. Son medias verdades. Cierto es que ha aumentado la producción, pero casi la totalidad del incremento corresponde a pocos rubros. En 1999 el país produjo 16,5 millones de toneladas (incluyendo caña de azúcar) y para el 2008 esta cifra había aumentado a 19,7 millones, un incremento de 3,1 millones, es decir del 19,2%. Sin embargo el mismo se concentró en cereales (2,4 millones, es decir el 77,1% del incremento) y caña de azúcar (657 mil toneladas, equivalentes al 20,6%). Es decir que el supuesto éxito agrícola vegetal se concentra, en un 97,7% en sólo tres rubros: maíz, arroz y caña de azúcar. El mal llamado “milagro agrícola” de la década de 1980 tuvo exactamente la misma característica. Vamos a obviar al año 2009 en nuestras especulaciones ya que las condiciones climáticas adversas determinaron un fuerte descenso en la producción de maíz y por consiguiente la producción total debe haber caído a 18,5 millones de toneladas.

Ahora bien, en la última década la población venezolana aumentó casi 20% y sin duda el auge de los precios petroleros aumentó la capacidad de compra de alimentos de la población que era tan baja como la de algunos países subsaharianos (disponibilidad calórica: 2.300). Vamos a suponer (aun no hay cifras) que el consumo se disparó por lo menos 15% en esa década y forzó una disponibilidad de 2.615 calorías, Entonces para satisfacerla en una medida prudente la producción debería haber aumentado en 35% y haber alcanzado para 2008 y 2009 aproximadamente 22,3 millones de toneladas, es decir 2,6 millones de toneladas más que lo obtenido. Entonces ¿qué fue lo que no producimos en cantidad suficiente?

Pues bien, la lista es larga pero comienza por las frutas cuya producción, lejos de aumentar, disminuyó en 374 mil toneladas y cuya demanda, basada en las premisas anteriores debería estar cerca de 4 millones de toneladas en lugar de las 2,6 producidas en el año 2008. ¿Entiende ahora mi apreciado lector porque las frutas son tan caras? Ayer observé en un supermercado mangos y mandarinas cuyo precio por kilogramo estaba alrededor de los 18 Bs. Es decir 6,92 US$ el kg si seguimos la tasa oficial aplicada a los alimentos, o 4,18 si empleamos la otra (4,30 por dólar). El crecimiento en tubérculos también fue deficiente, así como en tomate, otras hortalizas, café, cacao, caraota, frijol y varias oleaginosas.

También fue deficiente en rubros que si bien aumentaron, no lo hicieron en sintonía con las demandas que ya en 1999 estaban insatisfechas. Tal es el caso del azúcar, que además en 2009 su producción tuvo una disminución estimada por los productores en un 15%. Para no sufrir la periódica desaparición del azúcar en los anaqueles se requiere cumplir con dos cosas: (1) Aumentar la producción nacional hasta llegar a 12 o 13 millones de t de caña de azúcar (5 millones más que las obtenidas en la última zafra) y (2) Ajustar el precio tomando en cuenta el incremento de los costos en la producción, refino y distribución. ¿Cuál es la solución de acuerdo al gobierno? Pues embarcarse en la construcción de centrales azucareros y como en el caso del café, dedicar enormes recursos a la estatización sin tomar en cuenta que esto ya fue ensayado en el pasado y fracasó.

En lo que concierne a la producción animal, gracias al congelamiento de la paridad cambiaria, se privilegió la producción de pollos de engorde y cerdos. La producción de ambos rubros aumentó en la última década determinando que la oferta cárnica nacional pasara de 1,04 millones de t a 1,43, más de 35% que hemos estimado como deseable. Pero esto fue logrado a expensas de la ganadería bovina que lejos de crecer, ya mostraba un descenso de más de 100.000 t para el 2008 y debe estar en menos 150.000 en el 2009. En efecto, si el crecimiento hubiese sido armónico, la producción de pollos debería ser ligeramente menor (aproximadamente 800.000 t) y la de carne bovina mayor (unas 545 mil toneladas). Las enormes importaciones de carne realizadas a una tasa de 2,15 y ahora de 2,60 determinan que sea más barato importar que producir bajo las condiciones actuales.

¿Cuánto vale lo que hemos dejado de producir a nivel del consumidor? Me aventuro a señalar que supera los 25 mil millones de Bs, es decir cerca de 10.000 millones de dólares. ¿Qué ocurriría si la disponibilidad de alimentos demandada por la población fuera similar a la de 1979-80, es decir 2.850 calorías. Pues auméntele otro 10% a estas cifras. Pero ubiquémonos ahora en el reino de la fantasía, en el sitio en que con los ingresos que hemos tenido deberíamos estar, es decir en los niveles de oferta calórica que tienen México, Chile o Brasil, pues entonces deberíamos añadir otro 10%, es decir 45% más que lo producido en 1999. En ese mundo ideal (que casi lo alcanzamos antes de la crisis de los ochenta) la producción agrícola vegetal nacional debería ser superior a 25 millones de t En ese mundo ideal las importaciones deberían oscilar entre 2,5 y 3 mil millones de dólares para cubrir las necesidades de trigo, leche, aceites, granos forrajeros, frutas de clima templado y productos procesados que también son importantes para garantizar la seguridad alimentaria de la población. En síntesis, otra política pudo haber generado miles de empleos adicionales, al “circulante” alimentario se podría haber agregado unos 12 mil millones de dólares y nos estaríamos ahorrando como 5 mil millones de dólares en divisas que buena falta están haciendo en el sistema educativo, en salud y en seguridad.

El precio que estamos pagando por la ideología que profesa el gobierno es muy alto.

Foto: Carlos Machado Allison en un supermercado de un país donde la inflación anual en alimentos es de 2,5% y no hay escasez de ningún producto.

martes, 16 de marzo de 2010

La culpa es de "El Niño"


Publicado en el diario El Universal
16 de marzo de 2010


Carlos Machado Allison

La población venezolana aumenta en casi 500.000 personas cada año. Durante el actual régimen el crecimiento demográfico superó los 5.000.000 de nuevos habitantes. Esto significa que para que todo quedara igual era necesario aumentar en 20% la producción de todos y cada uno de los nuevos y viejos alimentos, bienes o servicios del país. Pero como aumentó la capacidad de compra de los venezolanos y ocurrieron cambios en el modo de vida del planeta era necesario aumentar en 30% las inversiones, conocimientos y tecnologías. Pero hartos, los inversionistas y miles de profesionales con talento, se fueron a otras latitudes.

En ésta década, que pasará la historia como la del manirrotismo, la inversión privada, nacional y extranjera, se desplomó. Tampoco fue sustituida por la pública, porque el gobierno, en su hambre de votos, dentro y fuera del país, gastó enormes cifras en su afán populista. El resultado, a la vista: carencia de suficiente agua, energía, alimentos, vialidad, seguridad personal, vivienda, servicios médicos, recursos humanos y hasta tornillos. Marchitas las cosechas y cuarteada esa tierra de oportunidades que atrajo una vez a más de un millón de inmigrantes de Europa y tres millones de los países vecinos. Pero lo más grave es que lejos de admitir los errores y crear espacios de entendimiento, culpan al Imperio, al calentamiento global o a “El Niño”, a la IV República, al paro petrolero, a los comerciantes y a Cristóbal Colón de las penurias que la incompetencia generó.

El gobierno sabía que éste era el año del Niño desde hace meses, quizás un año y ¿qué hizo? Pues entre otras cosas forzar la superficie de siembra, en particular la de maíz, en zonas inadecuadas y con nuevos productores improvisados, justo cuando se contemplaba una sequía más intensa. Más del 30% de la cosecha se perdió, se compraron muchos tractores, la inflación en alimentos es la mayor de América Latina y el BCV ubica en 14% el desabastecimiento. La producción por habitante en estos diez años aumentó en cereales, pero disminuyó en carne bovina, frutas, raíces y tubérculos, café, cacao y leguminosas. Un ministro anunció que “ahora” si se van a invertir 6 mil millones de dólares para atajar la crisis eléctrica. Otro anuncia liberación de algunos precios. Pero “tarde piaste pajarito”, el daño ya está hecho, aunque llueva mucho a partir de mayo nos esperan años de racionamiento. No se construyen represas, ni se compran grandes turbinas de la noche a la mañana.

Ahora el mensaje a los productores, agroindustriales y supermercados es sublime: “produzcan al máximo, no suban los precios y no gasten energía”. Si no producen los confisco, si suben los precios los cierro, si no reducen el consumo de electricidad los multo y después, no importa lo que hagan, acabo con ustedes”. ¿Aspira el gobierno que la molienda se haga como en la colonia? ¿Con tracción de sangre y mano de obra esclava? Difícil, ni los cubanos se calan eso.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Alimentos y crisis eléctrica


Señalan los expertos que lo peor está por venir ya que las medidas, punitivas, tomadas por el gobierno no serán efectivas. Una elevada proporción de la población no está adecuadamente informada sobre la gravedad de la crisis y sus consecuencias que van más allá del hogar y los servicios básicos que suelen dominar el pensamiento de los ciudadanos. También señalan algunos expertos que al no tomarse las medidas requeridas seis meses atrás, ya es tarde para compensar el déficit a través de plantas generadoras pequeñas o medianas.

Escasa ha sido también la atención prestada al sistema agroalimentario nacional. Venezuela es un país intensamente urbanizado (90% de la población) y en consecuencia la mayoría de los alimentos requiere pasar por una cadena de frío para garantizar que llegue al consumidor en buenas condiciones sanitarias (carnes, pescado y mariscos, leche, algunas frutas y vegetales). Más aún, son comunes y necesarias las presentaciones en congelado que incluyen alimentos procesados o semiprocesados. Esto requiere consumir energía eléctrica. También es necesario utilizar energía eléctrica para bombear agua en los campos de cultivo, ordeñar las vacas y enfriar la leche.

Además otra proporción importante de los alimentos solo pueden ser consumidos después de procesamiento industrial y estos incluyen a buena parte del llamado consumo masivo, vital para la población de menores recursos: harina precocida de maíz, arroz, azúcar, leche en polvo, pan y otros derivados de harina de trigo, aceite, pastas alimenticias, margarina, mayonesa, etc. Estos alimentos son procesados en fábricas a las que el gobierno les ha exigido, bajo amenazas de cierre o confiscación, mantener el más alto nivel de producción posible. Es decir, consumir energía eléctrica al máximo posible. Pero resulta que también les exigen reducir el consumo de electricidad y agua al “máximo posible”. Pero el gobierno, sin duda responsable por la crisis al no haber realizado las inversiones requeridas en materia de generación y distribución de electricidad, no contempla ningún tipo de subsidios o medidas extraordinarias para compensar a los productores, empresas procesadoras, transportistas o puntos de venta final de los alimentos. ¿Será que con más importaciones se subsanará el déficit en cantidad y calidad que afectará a los alimentos de origen nacional?

Ayer, al liberar algunos precios y ajustar otros en aproximadamente 30%, el gobierno comienza a reconocer, quizás ya muy tarde, que tanto los productores primarios como las agroindustrias se encontraban al borde de un colapso financiero como producto de la inflación y el control de precios. ¿Qué pueden hacer los productores y procesadores ante esta paradójica situación? ¿Aumentar su eficiencia instantáneamente? ¿Reducir costos disminuyendo la nómina? ¿Cerrar un día a la semana y abatir la producción entrando en una espiral descendente que conduce a la quiebra? Quién en su sano juicio puede pensar que esas cosas se pueden hacer en los próximos 30 a 60 días bajo las condiciones actuales en las que buena parte del esfuerzo y recursos se van en satisfacer la pesada carga de leyes y decretos que acorralan a productores, industriales y comerciantes y, además, sin un plan de medidas compensatorias que garantice la persistencia financiera de productores, procesadores y distribuidores.

Un factor crítico en la seguridad alimentaria es la provisión, por parte del gobierno, de la infraestructura básica de servicios: electricidad, gas, agua, vialidad, centros de acopio y las condiciones para que los integrantes de las cadenas agroalimentarias puedan actuar con eficiencia. Que comiencen las lluvias en mayo, como ocurre desde hace milenios, no resolverá la crisis. Hace falta una inversión enorme para garantizar los servicios esenciales.

El índice de desabastecimiento del BCV anda por el 14%, la inflación en alimentos sigue rampante, las dificultades para el acceso a las divisas persisten, el PIB se desplomó el trimestre pasado, así como la inversión. La deuda externa se encuentra en expansión y los derechos de propiedad son cada vez más frágiles. El gobierno parece pensar que la solución se encuentra en más medidas punitivas, más controles, multas y cierre de establecimientos. El sentido común señala que para evitar un colapso en la producción, para evitar un crecimiento del desempleo y el pago de una severa factura política en las próximas elecciones, el gobierno debería estar negociando con la industria, los productores primarios y la ciudadanía en general, los términos básicos de un acuerdo nacional.

Sin la participación, por la vía de la comprensión de la magnitud de la crisis eléctrica y del agua, así como con medidas económicas compensatorias y cambios urgentes en las políticas públicas, los venezolanos la pasarán muy mal y por mucho tiempo, porque lo requerido para normalizar el suministro de energía eléctrica no se resolverá en los próximos dos o tres años.

Pero este cambio pasa por admitir, públicamente, que el problema que vivimos no es el producto del calentamiento global, sino el haber ignorado el bien conocido ciclo de "El niño" y La niña" y las advertencias del centro de Guayaquil que estudia este fenómeno hace años e informa regularmente a los países que pueden ser afectados. Hace siete u ocho meses era conocido que tendríamos una sequía mayor a la usual. Más aún, éste "Niño" es realmente una criatura y menos intenso que los del pasado como el de 1992-1993. Esto quiere decir que la reducción de las lluvias no ha sido tan grande, pero enorme ha sido la imprevisión. En promedio las precipitaciones en el bloque central de América del Sur han aumentado 5% entre 1995 y 2005, mientras que en el extremo norte de Venezuela han tenido una pequeña atenuación, pero no se construyeron las represas para almacenar el agua requerida.



Foto: ¿Retorno al pasado?

viernes, 5 de marzo de 2010

Buscando inspiración



Publicado en El Universal el 3 de marzo de 2010

Impotentes, mirando la ciudad oscurecida, procuramos inspiración a través de la lectura de viejos libros con ideas maduradas a través de la historia. Hammurabi (1955-1913 a.C) hace más de 4000 años dictaba en su código, que el gobierno estaba obligado a resarcir a las víctimas de robos por el monto sustraído, si en un lapso prudente no se encontraba al delincuente. Algo similar se establecía para los familiares de un asesinado. Con miles de delitos impunes y 20.000 asesinatos por año ¿no sería justo que el gobierno les pagara a las víctimas? Sin duda mejor destino para nuestros impuestos que los millones del tributo que pagamos al imperio cubano.

Ceder ante otro gobierno la decisión sobre educación, salud, defensa, movimiento migratorio o alimentación, era considerado como acto de traición en el antiguo Egipto y luego, en la mayoría de las naciones. Aquí es visto como natural o inevitable que venga un médico cubano, mano de obra esclava, y le dé órdenes a los galenos y enfermeras en un hospital local. A veces la reacción patriótica más airada, no es negarse a obedecer o expulsar al invasor, sino renunciar. No falta quién proponga ponerse de rodillas ante el régimen mientras critican a quienes, desde la oposición, hacen esfuerzos por cambiar las cosas. No es ¿Qué hace el país por mí?, sino ¿Qué haces tú por el país?
A Sócrates (469-399 a.C) le hicieron beber cicuta, entre otras cosas, porque Critias, antiguo alumno, se asoció a Esparta y liquidaron la democracia de Atenas. Fue acusado de corrupción por hacer preguntas y generar dudas. Regresó la democracia, pero con un populismo que lo llevó a juicio: resultado 280 a 220 por la condena a muerte. ¿Juzgar a todo dirigente cuyos seguidores sean unos bandidos? Aquí no alcanzaría la cicuta. Pero quizás lo que ocurrió con Sócrates y casi con Platón (427-347 a.C.), es que propagaban la idea que los gobernantes debían ser filósofos, eruditos y relevados periódicamente del poder. El concepto de filósofo en aquel entonces era más simple que el actual: se aplicaba a quienes sabían algo más que emplear armas. Usar a la masa para librarse del talento y de la oposición, es vieja práctica, sino vayan al infierno de Dante y pregúntenle a Hitler, Mao o a Boves, o tomen una tour por el de Fidel y vean la falta de libertad, electricidad y comida y el exceso de desempleados y milicianos.
Otra mala costumbre de Sócrates, Platón o Galileo, era buscar la verdad. Hoy sabemos que esa simple verdad no existe, que el universo es complejo e infinito y que podemos aproximarnos a la realidad, gracias a nuevos instrumentos, métodos de pensar y el concurso de muchos hombres de talento. Desespera cuando no importa cuantos instrumentos, ideas o recursos financieros existan, prive la ignorancia faraónica o el cesarismo que coloca, en un solo y equivocado hombre, todas las decisiones.
No digas Ave César, no te pongas de rodillas.