sábado, 23 de abril de 2011

Panorama agroalimentario de Venezuela

Abril de 2011

Carlos Machado Allison

Panorama agroalimentario


Existen grandes diferencias entre las cifras que ocasionalmente entrega el gobierno y aquellas de las asociaciones de productores y otras fuentes calificadas. El Ministerio de Agricultura y Tierras ha dejado de publicar los anales que  por décadas generaron las oficinas de estadística del mismo. Así mismo, y por razones difíciles de entender, el BCV también eliminó de sus estadísticas públicas el valor del PIB agrícola.

Sin embargo es posible un diagnóstico general: (1) El valor de las importaciones ha aumentado de un promedio de US$ 75 por habitante y año, a cifras que superan los US$ 200 en los últimos tres años, alcanzando su máximo histórico en el año 2008 cuando se gastaron 7.400 millones de dólares. Dos razones motivan al gobierno para aumentar las importaciones: (a) la baja producción nacional y (b) la búsqueda de precios más bajos en el mercado internacional; (2) La inflación en los alimentos se ha mantenido, por encima del IPC promedio, por casi cinco años consecutivos lo que permite deducir que la demanda se encuentra por encima de la oferta; (3) Desde hace seis años se registran lapsos de desabastecimiento destacando aquellos en productos como leche en polvo y aceite; (4) El gobierno mantiene una política de regulación de precios que cubre a más de un centenar de productos o presentaciones y simultáneamente ha regulado el precio de muchos insumos agrícolas y precios a los productores. Estas acciones no han podido detener el proceso inflacionario y tan sólo transforman tendencias graduales en “saltos” periódicos cuando al final deben ajustar los precios; (5) El gobierno ha fortalecido y le ha dado gran importancia a INDEPABIS tratando de convencer a la población que la escasez de alimentos y la inflación son el resultado de la acción de los “especuladores”, sin embargo la estricta fiscalización, como era de esperar, no ha detenido el incremento de los precios o los episodios de escasez; (6) La política de “rescate de tierras” y creación de unidades socialistas de producción no ha tenido éxito, todo lo contrario, ha disminuido la producción de carne bovina, caña de azúcar, café, frutas arbóreas y otros cultivos que demandan inversiones a largo plazo; (7) La política de adquisición o expropiación de agroindustrias, centrales azucareros, empresas agropecuarias proveedoras de insumos y otras, no ha tenido éxito; (8) Incremento de los precios internacionales que suelen acompañar al aumento del precio del petróleo, tampoco han ayudado mucho a las políticas actuales. Recientemente el gobierno se ha visto obligado a “ajustar” el precio de los derivados del trigo (pan, pastas), la leche en polvo y el aceite vegetal; (9) El gobierno gasta grandes cifras en subsidiar los alimentos en sus redes de distribución como MERCAL y existe oscuridad total sobre los estados financieros de las empresas públicas del sector. Es bien probable que muchas de ellas estén, como otras empresas públicas, en una situación deficitaria; (10) Persisten problemas de infraestructura y servicios (vialidad, sistemas de riego, fallas eléctricas, etc.) que encarecen los costos de los productores; (11) La inseguridad jurídica, las carencias en infraestructura, servicios y la situación precaria de las universidades se combinan para abatir la inserción tecnológica y la investigación. La productividad no ha aumentado en los últimos años, ni tampoco la calidad de los productos agrícolas.

El índice de producción de alimentos de la FAO muestra un rezago importante para Venezuela a lo largo de la primera década del siglo. Durante ese decenio Brasil, Argentina, Chile, Colombia, Paraguay, Uruguay, Perú y otros países del continente han tenido un buen desempeño. Resulta paradójico que un gobierno que ha basado su política agrícola en lemas como “autoabastecimiento”, “desarrollo endógeno”, “seguridad y soberanía alimentaria”, muestre al final resultados tan negativos.

viernes, 15 de abril de 2011

La mentira como norma

La mentira como norma
CARLOS MACHADO ALLISON |  EL UNIVERSAL
martes 12 de abril de 2011  
Que en ocasiones un funcionario público oculte la verdad, es algo que ocurre en buena parte del planeta, pero que todos y todo el tiempo lo hagan, parece exclusivo de la Venezuela actual. Tan frecuente, que cada vez que los escucho en la radio o aparecen en televisión, me encuentran mentalmente condicionado al hecho y corro el riesgo de dar por sentado que miente, hasta en el extraño caso que diga algo apegado a la realidad. La falacia en la punta de la lengua, el discurso interminable, sin pausa, repetitivo.

"Horrible sistema"

A la par de ocultar las estadísticas sobre electricidad, fallas del metro, viviendas nunca construidas, delitos o condiciones de la vialidad, cualquier desaguisado, propio o preexistente, es producto del cambio climático o del capitalismo. Horrible sistema donde la gente no pasa hambre, hay trabajo digno, derechos de propiedad y justicia, con una economía que creció 3% el trimestre pasado y a cuyas puertas tocan millones de personas que proceden de países socialistas, populistas o "milicotribocaudillistas" que quieren vivir bajo el espantoso régimen capitalista y neoliberal.

Son tantas las mentiras hojillescas, que difícil es, seleccionar. Un viceministro dijo, sin rubor, que la producción agrícola en Venezuela es de 19 millones de toneladas y, además mintió por adelantado y sin descuento, anunciando que llegará a 25 millones. Pues resulta que en 2010 la producción fue como 17 millones, quizás menos. Cuando llegó a 19,4 millones (2007) fue porque la de caña de azúcar fue de 9,7 millones (50,1% del total) y la de cereales alcanzó su máximo histórico (4 millones). Pues bien, después vino la hecatombe y la de caña descendió más de 3 millones y la de cereales cayó a 2,7 en el 2009. Como la de frutas, tubérculos y carne bovina también descendió, y las malas políticas, afectaron a los productores, el gobierno malgastó 18 mil millones de dólares en la importación de alimentos entre 2008 y 2010. Realidades: tomates y cebollas llegaron a 40 BsF, aguacates a 70 y la carne, comprada en Brasil a 4,80 el kilo en pié, ronda los 50. ¡Viva el socialismo y el ALBA!

Apagones...

Apagones, racionamiento, multas y cartelitos, según el Gobierno, ocurrieron por falta de lluvia, luego por el exceso de las mismas y ahora, agotada la mentira, por el abusivo consumo de venezolanos capitalistas y pitiyanquis. Imagínense cómo sería la crisis si no hubieran cerrado 5.000 industrias, si la economía no hubiera retrocedido en dos años consecutivos y la inflación no hubiera causado una contracción del 15% en el consumo. Pero hay realidades que no pueden ser tapadas, por fin y con el atraso usual, el contralor admite que Pudreval existió y que "irregularidades" y falta de insumos impidieron la construcción de viviendas. El presidente admite que la burocracia le está "haciendo daño". ¿Quién la duplicó en menos de una década? Dudo que haya sido la mano peluda de la CIA, salvo que la mitad de los ministros sean apátridas y traidores a la revolución.

lunes, 4 de abril de 2011

La muerte de la soberanía

La muerte
de la soberanía

Carlos Machado Allison, EL UNIVERSAL
martes 29 de marzo de 2011 
La palabra más común en el discurso oficial es soberanía. Se aplica a la integridad territorial, al pueblo, a la importación de alimentos, la firma de un acuerdo para entregar petróleo barato. También usamos el término para los desastres: "soberana torta" grita el conductor cuando su vehículo pierde el tripoide en un hueco, "soberano desastre" clama el experto petrolero al hablar sobre Pdvsa.

Soberanía es sinónimo de independencia y libertad, poder para controlar el rumbo del país. Se alcanza cuando decidimos, enseñamos competencias y habilidades, tenemos salud, alimentación y recursos para recorrer el camino hacia un mejor futuro. Sólo hay soberanía cuando controlamos lo básico: educación, salud, alimentación y recursos para hacerlo. Hoy, ¿cuánta soberanía le queda a Venezuela?

La educación es soberano desastre. Escuelas públicas que se caen a pedazos: sin baños, fallas severas en la alimentación escolar, deserción elevada, maestros mal pagados y pésima formación en idioma, matemáticas, historia o geografía. En la secundaria, carencias tan severas que muchos se gradúan con un sello que los exonera en matemáticas, física o química porque no hay docentes. Con ese sello irán a las improvisadas universidades bolivarianas de bajísimo nivel, mientras en las autónomas, estranguladas económicamente, los estudiantes están en huelga de hambre.

La salud perdió la soberanía hace tiempo. Parte depende, como en otros ámbitos de la vida nacional, de los cubanos. Otra fracción en manos de "médicos", al estilo cubano, improvisados en tres años y la restante, la de galenos bien formados en nuestras universidades, luchando porque funcionen hospitales donde siempre está cerrada un ala, existen fugas de aguas negras y la mitad de los quirófanos están en reparación. Los médicos migran y los posgrados están vacíos. Los enfermeros inician una huelga de hambre. La medicina preventiva colapsó: epidemias de dengue, sarampión, AH1N1, malaria, pediculosis y sarna.

La soberanía alimentaria se caracteriza por la brutal inflación en alimentos, captura de fincas por el Gobierno, desabastecimiento y dependencia de las importaciones. De Brasil vienen las vacas, de Uruguay el queso y de la empobrecida Nicaragua café y caraotas. Argentina envía arroz y Ecuador leche. Las viviendas van a ser construidas por bielorrusos o uruguayos, el instituto agrícola por los chinos, los plátanos sembrados por los rusos, los chigüires iban a estar en las garras del sátrapa libio y el ensamblaje de tractores en manos del iraní. Los consejos para manejar centrales azucareros, logística de importación de alimentos y control ciudadano, proceden del otro sátrapa, el de la isla.

Los pobres nunca son libres, carecen de soberanía. Ningún país pobre es soberano ya que siempre dependerá de terceros. ¿Ahora entienden la soberana estrategia del Gobierno? Forjar una población pobre, enferma, ignorante y malnutrida, que es el paraíso de las satrapías. La soberanía ha muerto.