Mala música y peor comida
El Universal, 28/1/2013
Carlos Machado Allison
Por razones diversas hay quién piensa que el suministro de alimentos es un asunto simple. Suponen que en el trópico basta con lanzar una semilla en cualquier parte para lograr una abundante producción, o que el gobierno arroje algún dólar al mercado internacional para solucionar el problema. Un sistema agroalimentario saludable y eficiente necesita, como una orquesta, muchos ejecutantes bien entrenados, satisfechos con su labor, bien remunerados, tecnológicamente dotados, con visión global y de largo plazo. El director de la orquesta tiene que ser inteligente, conocer las particularidades de cada instrumento, de cada músico y tomar en consideración los gustos del público y el precio de la entrada.
Desde hace una década los consumidores, tienen problemas para acceder a la comida. Aunque alguien diga que 20% de desabastecimiento es “aceptable” y que 25% de inflación es menos que 30, lo cierto es que el derecho a la alimentación ha estado muy comprometido. Así está, porque como país, estamos haciendo muy mal todas las cosas que tienen que ver con la comida. Arrastrados por estupidez, los dogmas, la arrogancia derivada de lo fácil que es hacerse con dólares petroleros y la ignorancia supina de lo que significa un sistema agroalimentario saludable, entonces postergamos decisiones y colocamos todas las culpas en cosas tan falsas como manidas: especulación, acaparamiento y usura.
¿Qué debemos hacer para que los venezolanos dispongan de alimentos variados, a precio razonable y en cantidad adecuada? Para comenzar es necesario que los productores primarios tengan sólidos derechos de propiedad sobre sus tierras, libre acceso a semillas, insumos, tecnología moderna, crédito y certeza de poder producir a largo plazo y con una razonable utilidad. Luego es imprescindible que la infraestructura tenga calidad: carreteras, centros de acopio, cadena de frío, libre circulación de los productos, control de calidad y normas sanitarias. Productores y transportistas deben trabajar en sintonía, como los violines, flautas y trombones de la orquesta, para que los productos lleguen sanos y salvos a la agroindustria o a los mercados. El director de la orquesta debe armonizar, crear condiciones adecuadas, negociar soluciones y entender que un estómago lleno a precio razonable, es mejor política que un modelo ideológico y económico que produce más votos que alimentos y más ilusiones que empleos. Los venezolanos están condenados a ir todos los días a un establecimiento donde la comida es mala y la música peor.
El atraso alimentario es patente: divisas gastadas, baja calidad de los productos, escasez, inflación, asimetrías en el consumo, costo burocrático y baja competitividad. La orquesta desafinada, instrumentos obsoletos y batuta corroída, toca un patético potpourri acompañado por una voz aguardientosa que murmura “Todo a media luz, cuesta abajo en la rodada, una percha en el cogote y la comida tan cara que mi bolsillo enfermo ya no da más”