Carlos Machado Allison cubre temas relacionados a políticas agroalimentarias, ciencia y tecnología con énfasis en Venezuela, artículos de opinión publicados en diarios y publicaciones o estadísticas analizadas por el autor
martes, 13 de abril de 2010
Las armas y el café
Publicado en El Universal, 13 de abril
El café sustituyó al cacao como el principal producto de exportación antes que el petróleo se transformara en el maná de nuestros gobiernos. Ahora nos sorprende la genial oferta de exportar café hacia Rusia como parte de acuerdos que involucran unos cuantos millones de dólares en armas. Realmente no me consta que la propuesta haya sido seria, o si fue un chiste diplomático después de la degustación que hizo Putin de un buen marroncito oscuro y espumoso. Me inscribo en esta última hipótesis ya que la producción nacional de café viene en caída libre en los últimos años, tanto que estamos importando los granos del aromático de Brasil, Honduras y probablemente Nicaragua. Países, por cierto avezados miembros de un cartel internacional cafetalero parecido a la OPEP que venden su producto ajustadito al precio internacional.
El “plan café” resultó ser un desastre. Se gastaron muchos millones y no hubo resultados, aunque debemos admitir que algunos productores recibieron el beneficio de unos camioncitos buenos para transportar colchones o materiales de construcción, pero que no podían, por sus características, circular por las abruptas trochas de los cafetales andinos. También fracasó porque es difícil obtener mano de obra para recoger la cosecha por buenas razones: la primera, el precio regulado que hizo difícil pagar jornales adecuados a los recolectores y la segunda es que era más conveniente inscribirse en alguna misión que trabajar. Algunos encontraron más rentable dejar los granos en las maticas que recogerlo.
Al sistema cafetalero le dieron luego “matica de café” con la intervención de las plantas procesadoras, amén de que en Colombia el precio era mejor y unos cuantos quintales de café verde cruzaron la frontera. Ahora importamos café, y me atrevo a pensar que no de la mejor calidad, porque ese, desde el arbusto, suele estar en América Central, Colombia y Brasil, ya comprometido con los importadores tradicionales. Todo esto es lamentable ya que nuestro café es de buena calidad y un programa inteligente podría elevar la producción. Pero tal cosa, programas inteligentes, han estado tan ausentes en la agricultura como en la generación de electricidad. Yo apuesto a que Putin, al igual que la gran mayoría de los once mandatarios que nos visitarán entre marzo y abril, vienen por dólares, o crudo barato y no por promesas.
Estamos importando ganado en pie, carne, arroz, pollo y café. No tenemos gas para apuntalar la generación termoeléctrica, pero a otro ilustre visitante, encandilado con su espada y alguna orden en el pecho, también se le ofreció cubrir sus necesidades de gas y petróleo, hasta el fin del siglo XXI. A lo mejor hasta le ofrecieron leche, queso y carne a Uruguay. Dimanan dos explicaciones: o el humor dejó de ser un monopolio de Zapata, Laureano y Rayma o algunos ministros han tenido un éxito enorme engañando al presidente. De acuerdo a algunas encuestas la segunda parece la más plausible.
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