Venezuela en el Medioevo
Una corte genuflexa que acompaña al rey con fidelidad, lo exalta y lo adora
CARLOS MACHADO ALLISON | EL UNIVERSAL
martes 13 de marzo de 2012 12:00 AM
Hay tantos elementos de la vida medieval en nuestro país que parece lícito escribir un comentario. Cierto es que nuestra historia como nación moderna es reciente. Se nos fue el siglo XIX y parte del XX bajo caudillos primitivos. Sin la renta petrolera fuimos una sociedad rural y pobre, acostumbrada a los abusos del mandamás de turno. Fallecido Gómez, surgieron los primeros partidos que, como nuestras Constituciones, se inspiraron en lo ocurrido en Europa después de la Revolución Industrial con su clase obrera y modos de producción modernos que aquí no existían. Nunca tuvimos un Cromwell capaz de irrespetar al rey-dios, designado por la mano divina para ser dueño de tierras, almas y vidas, ni una revolución a la francesa ni una Constitución visionaria como la de Estados Unidos. Con Cromwell un rey perdió la cabeza, otro con la revolución francesa. Eventos dramáticos, cuyo mensaje era la demanda de los pueblos por un sistema representativo, un Estado de Derecho, libertad de expresión, una educación liberal y propiedad plena sobre la tierra, la vivienda o el cultivo.
El dueño
Aquí persiste parte de la Edad Media y de los siglos XV al XVIII: un mandamás se siente dueño del país, de su destino, de sus tierras y del alma de sus habitantes. Un pensamiento atrasado y conservador, autocrático y manipulador de las masas. Recuerda al rey-divino lanzando monedas o migajas al pueblo, con misas especiales para enaltecer su procedencia divina y asegurarle salud y pasaje al cielo. También se otorgaban, o se quitaban, ducados, condados o parroquias de acuerdo a los servicios prestados a la corona. La educación era una desgracia absoluta, los servicios públicos inexistentes y la salud, como la vida y la muerte, dependía del mandato divino o de la gracia del rey. Pues aquí, en última instancia, ocurre algo parecido. La justicia dispensada, a su arbitrio y conveniencia. La propiedad es de quien el rey disponga. Caminos llenos de bandidos donde la vida terrenal poco vale. Una corte genuflexa que acompaña al rey con fidelidad, lo exalta y lo adora, por encima de cualquier otro hombre. Difícil cabalgar con armadura, entre tanto hueco lo hacen con vehículos blindados, escoltas y chalecos más livianos y resistentes que las cotas de malla.
Mezclaron, en la marmita de un aquelarre demencial, las ideas de la Edad Media con otras tan atrasadas como aquellas. Cristo mezclado con Marx, híbridos de Mussolini con el Che Guevara, Bolívar el liberal transformado en líder comunista. El Cabito y los bandidos de la Revolución Federal, héroes de una supuesta gesta libertaria. Su imagen en carteles, en la televisión, suerte de Enrique VIII, pero sin Bolívar como fondo. Ya es tiempo de salir de la Edad Media y asomarnos, como se intentó en los años de la democracia, al siglo XXI. Ya no se cortan cabezas, ni se venden indulgencias, se hacen elecciones y se le ofrece al pueblo una vida mejor y más digna, plena de derechos, pero también de valores morales y obligaciones.
El dueño
Aquí persiste parte de la Edad Media y de los siglos XV al XVIII: un mandamás se siente dueño del país, de su destino, de sus tierras y del alma de sus habitantes. Un pensamiento atrasado y conservador, autocrático y manipulador de las masas. Recuerda al rey-divino lanzando monedas o migajas al pueblo, con misas especiales para enaltecer su procedencia divina y asegurarle salud y pasaje al cielo. También se otorgaban, o se quitaban, ducados, condados o parroquias de acuerdo a los servicios prestados a la corona. La educación era una desgracia absoluta, los servicios públicos inexistentes y la salud, como la vida y la muerte, dependía del mandato divino o de la gracia del rey. Pues aquí, en última instancia, ocurre algo parecido. La justicia dispensada, a su arbitrio y conveniencia. La propiedad es de quien el rey disponga. Caminos llenos de bandidos donde la vida terrenal poco vale. Una corte genuflexa que acompaña al rey con fidelidad, lo exalta y lo adora, por encima de cualquier otro hombre. Difícil cabalgar con armadura, entre tanto hueco lo hacen con vehículos blindados, escoltas y chalecos más livianos y resistentes que las cotas de malla.
Mezclaron, en la marmita de un aquelarre demencial, las ideas de la Edad Media con otras tan atrasadas como aquellas. Cristo mezclado con Marx, híbridos de Mussolini con el Che Guevara, Bolívar el liberal transformado en líder comunista. El Cabito y los bandidos de la Revolución Federal, héroes de una supuesta gesta libertaria. Su imagen en carteles, en la televisión, suerte de Enrique VIII, pero sin Bolívar como fondo. Ya es tiempo de salir de la Edad Media y asomarnos, como se intentó en los años de la democracia, al siglo XXI. Ya no se cortan cabezas, ni se venden indulgencias, se hacen elecciones y se le ofrece al pueblo una vida mejor y más digna, plena de derechos, pero también de valores morales y obligaciones.
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