Negociaciones agroalimentarias: gobierno y productores
Carlos Machado Allison
16 de mayo, 2013
Por más de una década hemos venido clamando a través de la prensa, radio, televisión y en éste blog, por una política agroalimentaria diferente. Los gremios, industrias, productores individuales y economistas hicieron toda clase de esfuerzos, pero fue en vano. No se pedían milagros, apenas una política que genere confianza en los productores del campo y en la agroindustria como ha venido ocurriendo en Brasil, Argentina, Chile, Colombia, Perú y hasta en Bolivia, países que en la última década han elevado su producción y exportaciones generando empleo y riqueza al interior y no pocas divisas en los mercados internacionales. En esos países, nuestros socios de Mercosur, los gobiernos han negociado y establecido reglas de juego macroeconómicas que han impulsado tanto a la agricultura como a la agroindustria.
En Venezuela ocurrió lo opuesto y el resultado es obvio: escasez de numerosos productos, gasto elevadísimo en divisas y una tasa de inflación enorme, mayor en alimentos que en otros productos. La participación del gobierno en la producción primaria no dio buenos resultados, pero si un gasto de buenas proporciones. El desarrollo de plantas de procesamiento estatales resultó lento y oneroso, allí están los bien conocidos casos de los nuevos centrales azucareros, mientras que aquellas plantas que fueron nacionalizadas, como todo el mundo esperaba, deben ser subsidiadas por el erario público.
La fuga de talento ha sido bien importante debido a los bajos sueldos en las universidades, la falta de recursos para investigar y las turbulencias ideológicas que han abatido a algunos centros de investigación. Los cambios en la ley de Ciencia y Tecnología fueron fatales. El control de cambio, el de precios, los excesivos controles, la monopolización de buena parte de los insumos y algunas cosas más, abatieron la producción y postergaron las inversiones. De 1.500 millones de dólares en importación de productos agrícolas y agroindustriales, pasamos a 8.120 millones en el 2012 y no alcanza. La producción de arroz, maíz, caña de azúcar y carne bovina descendieron entre 30 y 50% y a la par el acceso a las divisas para importar trigo, azúcar, aceite, leche en polvo, maíz forrajero y otras materias primas se hizo engorroso y lento, primero por las barreras burocráticas, ahora a éstas se suma la escasez de dólares.
Pero al final, porque el costo electoral fue elevado y el que viene lo será más aún, el gobierno ha decidido sentarse a conversar con los productores y la agroindustria. Si los acuerdos avanzan, en el curso de 2013, más no de inmediato, podríamos ver alguna mejoría en el abastecimiento y de mantenerse abierto el diálogo quizás para fines del 2014 o en el 2015 sea posible ver algunos resultados. Reponer inventarios mediante la rápida liberación de divisas puede tener efecto en un lapso de tres a seis meses de acuerdo al producto, pero elevar la producción nacional será un proceso más lento e irregular. En primer término dependerá del precio ofrecido a los productores, la disponibilidad de insumos, luego del tiempo requerido para la siembra, la cosecha o la cría. Son lapsos que se miden en meses y a veces en años. Más cortos en arroz y hortalizas, lentos en ciertas frutas, intermedios en maíz y sorgo, largos en caña de azúcar, ganadería vacuna y por consiguiente también en leche.
Pero es un paso importante si se lleva a cabo con consistencia será un camino más seguro, pero a la meta no se llega de modo instantáneo y si tienen alguna duda pues pregunten a los Chinos, analicen como se recuperó la producción de alimentos en Polonia o en Ucrania, acudan a sus amigos como Lula da Silva y los presidentes de Brasil que lo precedieron en el proceso de transformar a su país en una potencia alimentaria mundial. No esperen demasiado de la cooperación internacional, ésta ayuda, pero no resuelve. Esperen bastante de la capacidad instalada, de los productores y de la agroindustria, ellos no sólo ayudan, sino que pueden resolver.
No es suficiente criticar a la economía rentista, hay que hacer cosas bien concretas para diversificar la producción nacional.
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