Mientras corro de una ferretería a otra buscando lámparas y baterías, recuerdo que hace unos meses el ministro de Agricultura señaló, enfáticamente, que Venezuela no exportaría ningún producto porque eran necesarios para la población. En esos meses, como en los años anteriores, el gobierno se las arregló para que la producción nacional de alimentos tuviera un déficit recurrente frente al crecimiento de la demanda animada por la abundante renta petrolera. En los últimos cinco años se han nacionalizado los servicios, se ha reducido a la mitad la capacidad de la industria privada y a cero la confianza de los inversionistas, salvo aquellos que ahora pasaron de consentidos a prófugos. La devaluación, las restricciones en materia de suministro de agua y electricidad y las agresiones a la propiedad privada no pueden ser compensados por el nuevo fondo, el enésimo creado por el gobierno, para “incentivar las exportaciones y la sustitución de importaciones.
Mil millones de dólares no bastarán para compensar el daño causado y hacer un pronóstico sobre más inflación y episodios de desabastecimiento no es nada aventurado. El gobierno duplicará, en bolívares, los dólares procedentes del petróleo y lanzará a la calle miles de millones, para ganar votos antes de las elecciones de septiembre, estimulando el consumo que critica como una característica del capitalismo. Pero no va a generar mucho empleo, ya los ministerios están saturados. Indepabis, la GN y brigadistas estarán al acecho de los comerciantes. Pero más controles y represión no pueden arreglar una economía desbaratada, así como las lámparas, baterías y velas que afanosamente buscamos los venezolanos para mitigar los apagones, no serán suficientes para librarnos de la indignación que genera la incompetencia del gobierno.
Transcurrida una década de desgobierno la producción de alimentos per capita es más o menos la misma que en el pasado. La regla es por todos conocida: si la demanda supera a la oferta, los precios tenderán a subir o, como el agua y la electricidad, tendremos desabastecimiento.
Transcurrida una década de desgobierno la producción de alimentos per capita es más o menos la misma que en el pasado. La regla es por todos conocida: si la demanda supera a la oferta, los precios tenderán a subir o, como el agua y la electricidad, tendremos desabastecimiento.
En estos diez años algunos rubros de la producción se han mantenido estables, otros han disminuido y sólo cereales y carne de aves aumentaron hasta el 2008. El año pasado la producción de cereales disminuyó drásticamente y la de pollos no aumentó. El valor en dólares de las importaciones alcanzó cifras elevadísimas, cada año superadas por el siguiente en 2005, 2006, 2007 y 2008. En el orden de los seis y siete mil millones de dólares, es decir casi lo mismo del valor de la totalidad de la producción nacional.
En el quinto año de éste ciclo el gobierno “descubre” que muchas cosas importadas se pueden producir en Venezuela, quizás aún le falta algún tiempo para descubrir que no sólo se pueden, sino que se producían como fue el caso de la carne bovina, frutas, raíces y tubérculos, caña de azúcar y muchos otros productos.
En el quinto año de éste ciclo el gobierno “descubre” que muchas cosas importadas se pueden producir en Venezuela, quizás aún le falta algún tiempo para descubrir que no sólo se pueden, sino que se producían como fue el caso de la carne bovina, frutas, raíces y tubérculos, caña de azúcar y muchos otros productos.
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