lunes, 22 de marzo de 2010

Fantasía agroalimentaria


Carlos Machado Allison

¿Cómo abatir la inflación, la escasez de ciertos productos y la enorme factura que estamos pagando en la importación de alimentos? Responder a esa pregunta pasa por respuestas similares a las que expresaría si la pregunta se formulara con respecto a la crisis de agua y electricidad que está sufriendo el país. La respuesta es simple: cambiando las políticas públicas que han sido aplicadas desde hace una década. Pero hay que hilar más fino ya que esas políticas (control de cambio, control de precios, estatización de muchas empresas, forzamiento de empresas mixtas, ataques a la propiedad privada, exceso de normas y reglamentos, inseguridad y, en resumen todo aquello que apunta hacia el “socialismo del siglo XXI”) al distorsionar todo el sistema ha afectado más a unas cadenas agroproductivas que a otras.

El gobierno se jacta de haber aumentado el volumen de la producción nacional y haber creado condiciones para que los venezolanos coman más. Son medias verdades. Cierto es que ha aumentado la producción, pero casi la totalidad del incremento corresponde a pocos rubros. En 1999 el país produjo 16,5 millones de toneladas (incluyendo caña de azúcar) y para el 2008 esta cifra había aumentado a 19,7 millones, un incremento de 3,1 millones, es decir del 19,2%. Sin embargo el mismo se concentró en cereales (2,4 millones, es decir el 77,1% del incremento) y caña de azúcar (657 mil toneladas, equivalentes al 20,6%). Es decir que el supuesto éxito agrícola vegetal se concentra, en un 97,7% en sólo tres rubros: maíz, arroz y caña de azúcar. El mal llamado “milagro agrícola” de la década de 1980 tuvo exactamente la misma característica. Vamos a obviar al año 2009 en nuestras especulaciones ya que las condiciones climáticas adversas determinaron un fuerte descenso en la producción de maíz y por consiguiente la producción total debe haber caído a 18,5 millones de toneladas.

Ahora bien, en la última década la población venezolana aumentó casi 20% y sin duda el auge de los precios petroleros aumentó la capacidad de compra de alimentos de la población que era tan baja como la de algunos países subsaharianos (disponibilidad calórica: 2.300). Vamos a suponer (aun no hay cifras) que el consumo se disparó por lo menos 15% en esa década y forzó una disponibilidad de 2.615 calorías, Entonces para satisfacerla en una medida prudente la producción debería haber aumentado en 35% y haber alcanzado para 2008 y 2009 aproximadamente 22,3 millones de toneladas, es decir 2,6 millones de toneladas más que lo obtenido. Entonces ¿qué fue lo que no producimos en cantidad suficiente?

Pues bien, la lista es larga pero comienza por las frutas cuya producción, lejos de aumentar, disminuyó en 374 mil toneladas y cuya demanda, basada en las premisas anteriores debería estar cerca de 4 millones de toneladas en lugar de las 2,6 producidas en el año 2008. ¿Entiende ahora mi apreciado lector porque las frutas son tan caras? Ayer observé en un supermercado mangos y mandarinas cuyo precio por kilogramo estaba alrededor de los 18 Bs. Es decir 6,92 US$ el kg si seguimos la tasa oficial aplicada a los alimentos, o 4,18 si empleamos la otra (4,30 por dólar). El crecimiento en tubérculos también fue deficiente, así como en tomate, otras hortalizas, café, cacao, caraota, frijol y varias oleaginosas.

También fue deficiente en rubros que si bien aumentaron, no lo hicieron en sintonía con las demandas que ya en 1999 estaban insatisfechas. Tal es el caso del azúcar, que además en 2009 su producción tuvo una disminución estimada por los productores en un 15%. Para no sufrir la periódica desaparición del azúcar en los anaqueles se requiere cumplir con dos cosas: (1) Aumentar la producción nacional hasta llegar a 12 o 13 millones de t de caña de azúcar (5 millones más que las obtenidas en la última zafra) y (2) Ajustar el precio tomando en cuenta el incremento de los costos en la producción, refino y distribución. ¿Cuál es la solución de acuerdo al gobierno? Pues embarcarse en la construcción de centrales azucareros y como en el caso del café, dedicar enormes recursos a la estatización sin tomar en cuenta que esto ya fue ensayado en el pasado y fracasó.

En lo que concierne a la producción animal, gracias al congelamiento de la paridad cambiaria, se privilegió la producción de pollos de engorde y cerdos. La producción de ambos rubros aumentó en la última década determinando que la oferta cárnica nacional pasara de 1,04 millones de t a 1,43, más de 35% que hemos estimado como deseable. Pero esto fue logrado a expensas de la ganadería bovina que lejos de crecer, ya mostraba un descenso de más de 100.000 t para el 2008 y debe estar en menos 150.000 en el 2009. En efecto, si el crecimiento hubiese sido armónico, la producción de pollos debería ser ligeramente menor (aproximadamente 800.000 t) y la de carne bovina mayor (unas 545 mil toneladas). Las enormes importaciones de carne realizadas a una tasa de 2,15 y ahora de 2,60 determinan que sea más barato importar que producir bajo las condiciones actuales.

¿Cuánto vale lo que hemos dejado de producir a nivel del consumidor? Me aventuro a señalar que supera los 25 mil millones de Bs, es decir cerca de 10.000 millones de dólares. ¿Qué ocurriría si la disponibilidad de alimentos demandada por la población fuera similar a la de 1979-80, es decir 2.850 calorías. Pues auméntele otro 10% a estas cifras. Pero ubiquémonos ahora en el reino de la fantasía, en el sitio en que con los ingresos que hemos tenido deberíamos estar, es decir en los niveles de oferta calórica que tienen México, Chile o Brasil, pues entonces deberíamos añadir otro 10%, es decir 45% más que lo producido en 1999. En ese mundo ideal (que casi lo alcanzamos antes de la crisis de los ochenta) la producción agrícola vegetal nacional debería ser superior a 25 millones de t En ese mundo ideal las importaciones deberían oscilar entre 2,5 y 3 mil millones de dólares para cubrir las necesidades de trigo, leche, aceites, granos forrajeros, frutas de clima templado y productos procesados que también son importantes para garantizar la seguridad alimentaria de la población. En síntesis, otra política pudo haber generado miles de empleos adicionales, al “circulante” alimentario se podría haber agregado unos 12 mil millones de dólares y nos estaríamos ahorrando como 5 mil millones de dólares en divisas que buena falta están haciendo en el sistema educativo, en salud y en seguridad.

El precio que estamos pagando por la ideología que profesa el gobierno es muy alto.

Foto: Carlos Machado Allison en un supermercado de un país donde la inflación anual en alimentos es de 2,5% y no hay escasez de ningún producto.

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