Justicia ciega
Carlos Machado Allison
Abril de 2009, Diario El Universal
Dicen que la “justicia es ciega” y su símbolo es una figura femenina con una venda en los ojos. Significa que la “buena justicia” no distingue entre las personas, se aplica en forma equitativa y con el mismo rasero mide a todos los ciudadanos. Pero en Venezuela la justicia no es ciega, distingue nítidamente entre las personas y las clasifica en tres grandes grupos.
Para el primero de ellos, los afectos al gobierno, no sólo existe presunción de inocencia, sino que siempre son inocentes, aunque la culpa sea manifiesta. El segundo grupo está constituido por quienes en algún momento fueron afectos y al disentir, son tratados como traidores a la causa. El tercer grupo, formado por varios millones de personas, son culpables aunque demuestren su inocencia. Se trata de una estrategia simple y efectiva: quienes sigan sin discusión los mandatos y políticas del gobierno, pueden hacer lo que les venga en gana, para los demás, el reino del terror.
La historia de las infamias judiciales es larga. Ocurrieron en Roma, la aplicaron los tiranos persas, era práctica común en las dinastías faraónicas, fue sistemáticamente aplicada por la Inquisición. Los jueces nazis despojaron de bienes, o de la libertad, no sólo a los judíos, sino también a comunistas, periodistas, científicos o escritores. Trujillo la empleó de modo sistemático en la República Dominicana, Pinochet y los sátrapas argentinos no se quedaron atrás; Fidel ordenó juicios populares y sumarios que concluyeron en el paredón. Las palmas en éste particular se las llevaron Stalin con Vyschinsky como el teórico del sistema judicial y Hitler quien tuvo en Roland Freysler con su tribunal del pueblo, el Volksgerichtshof, su mejor alumno en la Alemania Nazi. El sistema judicial francés aún carga con la culpa del juicio a Dreyfus y Zolá escribió en 1898 al respecto: “Cuando un pueblo desciende a esas infamias, esta próximo a corromperse y aniquilarse”.
Concluida la purga de Stalin contra los opositores, le llegó su turno a los antiguos compañeros como Zinoviev, Trotsky, Rýkov, Bujarin, Kamenev y 154 generales. El caso más representativo fue el de Yagoda, el más cruel de los perseguidores, quien llevado a juicio como sus víctimas, terminó siendo fusilado. Del millón y tantos colaboradores directos de la revolución de 1917, unos 400.000 fueron eliminados. Una vez que la justicia deja de ser ciega, no hay garantías para nadie.
Han pasado los años, pero en buena parte del mundo persiste la desviación de la justicia. No se toleran los campos de concentración o las ejecuciones masivas, pero siguen existiendo los juicios políticos y el abuso de poder. Todos o casi todos los gobiernos del mundo están al tanto de los detalles del juicio que aquí acaba de concluir, de la carencia de pruebas, del interminable proceso y la increíble dureza del veredicto. El objetivo no eran los comisarios y los policías, tampoco lo es Baduel o Rosales, el objetivo es el pueblo venezolano y el mensaje es bien claro: tiemblen y obedezcan, pónganse de rodillas, guarden silencio, conviértanse en hombres nuevos y sumisos ¿Será así de fácil?
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